Estamos frente al Santuario, cuya Arquitectura es realmente extraordinaria, que se levanta en la planicie conocida como Añaypampa, un tanto alejada de los cerros que lo circundan por el lado Oeste. Aproximándonos al portón del Templo y observando su alrededor, apreciamos que toda su estructura es de adobe, que está asentada sobre un cierto nivel que lo preserva de cualquier aniego.
Como se acostumbra en los Templos religiosos la frentera y su nave central tienen a su costado cual atalaya solitaria una torre, con una simetría digna de admirar. La otra torre la del lado derecho ingresando, habría colapsado según refieren los lugareños después de 1976. Lo que realmente es lamentable.
Se ingresa al Templo por un portón, que se abre para mostrarnos hacia el fondo, un Altar Mayor realmente esplendoroso. Aparte del espacio central que conduce al Altar se transita también por los costados interiores especie de pasadizos, donde se admiran altares y capillas menores.
Dos Artísticos púlpitos: De uno, el Coronel Lizares se dirigía como militar y del otro como sacerdote.
En todo el trayecto hacia el Altar se admira la arquería que caracteriza el interior de éste monumento.
En el Altar Mayor aparte de las ornamentaciones, a media altura de éste es también de admirar, como todo lo que es aquí, un balaustre especial que se levanta sobre columnas de estilo bizantino; y algo más, a los costados a cada lado y a cierta distancia del Altar existen dos púlpitos artísticos revestidos de yeso que se supone, según relata la tradición y que nos fue trasmitida por el ilustrado profesor Marcelino Apaza Livisi, que nos servía de guía, de tribunas al propietario y autor del templo Coronel José María Lizares Quiñones, uno lo utilizaba con uniforme militar y el otro como “falso sacerdote”. Actualmente, no hemos podido observar ninguna efigie religiosa ni pintura de éste carácter. Los que habrían sido sustraídos. Este Templo que pálidamente y con omisiones describimos, está en un segundo nivel ya que en la parte inferior casi en toda la superficie que ocupa el mismo está un sótano donde existen galerías subterráneas, que albergan laberintos en cuyo recorrido también abundan arquearías muchos de los cuales habrían servido de acceso a nichos, se nos dijo para enterrar algunos personajes importantes o también otros daban pasos a carceletas donde se castigaban a los que de alguna manera incurrían en faltas a criterio del dueño del templo. Templo realmente fabuloso que según se nos relató tenía principalmente fines militares y accesoriamente religiosos; y que su autor y dueño, los diseñó con dichos objetivos; pues se sabe, éste participó en la guerra con Chile al Comando del Coronel Cáceres, en defensa de la Patria.
Reiteramos la parte constructiva de éste templo es de materiales y elementos propios de la zona, como “adobe, yeso, queñua, lazo, cola de piel, paja y hasta cabello humano” (Boletín Marcelino - Macaya 330), lo que también se aprecia de algunas partes descubiertas por el uso o simplemente por el deterioro sufrido por el tiempo. Todo hemos podido admirar, solo provistos de una linterna a pilas y una antorcha rústica improvisada, ya que el templo y la Comunidad que la rodea carecen de energía eléctrica. Las paredes, el Altar y las ornamentaciones interiores del templo en toda su extensión están revestidas de yeso. Su pronunciado estilo barroco nos recuerda, con las diferencias del caso, el frontis del Templo de Santo Domingo del Cusco.
Si quién impuso y dirigió el templo fue el Coronel Lizares Quiñónez, el arte y su estructura material en gran medida fueron producto de los alarifes indios azangarinos, no obstante “el trato deshumanizado” (Marcelino – Macaya), que habrían recibido en su ejecución, plasmando aquellos su esfuerzo e inspiración.
Como se acostumbra en los Templos religiosos la frentera y su nave central tienen a su costado cual atalaya solitaria una torre, con una simetría digna de admirar. La otra torre la del lado derecho ingresando, habría colapsado según refieren los lugareños después de 1976. Lo que realmente es lamentable.
Se ingresa al Templo por un portón, que se abre para mostrarnos hacia el fondo, un Altar Mayor realmente esplendoroso. Aparte del espacio central que conduce al Altar se transita también por los costados interiores especie de pasadizos, donde se admiran altares y capillas menores.
Dos Artísticos púlpitos: De uno, el Coronel Lizares se dirigía como militar y del otro como sacerdote.
En todo el trayecto hacia el Altar se admira la arquería que caracteriza el interior de éste monumento.

Reiteramos la parte constructiva de éste templo es de materiales y elementos propios de la zona, como “adobe, yeso, queñua, lazo, cola de piel, paja y hasta cabello humano” (Boletín Marcelino - Macaya 330), lo que también se aprecia de algunas partes descubiertas por el uso o simplemente por el deterioro sufrido por el tiempo. Todo hemos podido admirar, solo provistos de una linterna a pilas y una antorcha rústica improvisada, ya que el templo y la Comunidad que la rodea carecen de energía eléctrica. Las paredes, el Altar y las ornamentaciones interiores del templo en toda su extensión están revestidas de yeso. Su pronunciado estilo barroco nos recuerda, con las diferencias del caso, el frontis del Templo de Santo Domingo del Cusco.
Si quién impuso y dirigió el templo fue el Coronel Lizares Quiñónez, el arte y su estructura material en gran medida fueron producto de los alarifes indios azangarinos, no obstante “el trato deshumanizado” (Marcelino – Macaya), que habrían recibido en su ejecución, plasmando aquellos su esfuerzo e inspiración.

MONUMENTO EN ABANDONO.
Su conservación está en mal estado y prácticamente en deterioro. Desde las paredes con ciertos sectores cuarteados y que para evitar su caída están arrimadas de palos. Se nota que las paredes externas en sus partes superiores han sido ahuecadas por los pájaros carpinteros o “Hak’akllos, que abundan en la zona. Este hermoso santuario requiere una reparación integral tanto en sus partes internas como externas con intervención de profesionales o técnicos especializados.
En líneas generales no obstante lo dicho, el templo se encuentra enhiesto luego de transcurrido de más de un siglo y medio de existencia. Que es digno de conservarlo y darle mantenimiento permanente. De ser así en el futuro puede convertirse en un centro turístico de primer orden y de gran valía, y que sería de admiración de propios y extraños dado su valor histórico y arquitectónico, dado que su estilo y la forma que ha sido construido representan un momento de la historia de
Azángaro y por ello identifican al pueblo de Vilcapaza.

Actualmente nos da la impresión que el santuario Tintiri está en abandono.
El Instituto Nacional de Cultura Puno (INC), el Gobierno Local, y también el Gobierno Regional, están en la obligación imperativa de velar por su reconstrucción (de una torre) refacción y conservación de éste legado arquitectónico altiplánico.
Perderlo sería realmente un crimen de lesa cultura. Como tarea urgente debe ser declarado como Patrimonio Cultural Monumental de la Nación, que no dudamos gracias al empeño de los hijos de Azángaro, se haya dado ya los pasos necesarios en dicho sentido. Así lo esperamos. (Prof. Zenón MAYTA MOLLISACA)…
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